La experiencia enseña, y es una conclusión verdadera propuesta y probada en las Escrituras del antiguo y del nuevo Testamento, que, así como Dios en el principio, por su poder omnipotente, estableció todo el armazón de los cielos y de la tierra, así también en su sabiduría los ha dirigido, y todas las cosas contenidas en ellos, a un fin principal: la manifestación de su gloria. Aunque todo lo creado por designación de Dios, de acuerdo con la ley de la creación y los principios de su propia naturaleza, es y debe ser referido a este fin, sin embargo, entre las obras de Dios algunas son más principal y directamente hechas para ese propósito; a saber, el hombre, a quien Dios ha dotado de los dones de entendimiento y conocimiento, y en quien ha grabado su propia imagen en la justicia y la verdadera santidad.
Otra clase de hombres son aquellos que ciertamente son llamados a alguna condición y oficio de la vida, en la cual caminan y rinden algún beneficio a otros; y sin embargo, son muy culpables con respecto a su falta de uso y ejercicio correcto de sus llamados.
-William Perkins